Las ciudades mexicanas atraviesan un proceso de expansión y transformación.
¿Cuáles son las claves para un desarrollo y gestión sostenibles?

Uno de los principales retos que afrontan las ciudades en México es la gestión planeada de su crecimiento, así como resolver los problemas de movilidad y contaminación que, pese a todo,  siguen incrementándose.

México es el decimoprimer país del mundo en población con alrededor de 120 millones de habitantes. Lo interesante no es su alta población, pues siendo uno de los países más extensos, su densidad es relativamente baja. Lo realmente significativo es su concentración en las principales ciudades y el crecimiento exponencial que ha experimentado a lo largo de los últimos sesenta años. Por ejemplo, el área metropolitana de Monterrey concentra el 85% de la población del estado de Nuevo León.

En las últimas décadas las ciudades han crecido exponencialmente para dar cabida a un aumento poblacional en muchos casos de modo informal y sin planeación, dando lugar a barrios pobres, sin servicios y focos de problemas sociales. En otros casos, donde el crecimiento ha sido más planeado, se han adoptado modelos urbanos americanos basados en el vehículo propio como método de transporte y disgregando usos, rompiendo con el modelo que había ido evolucionando desde la época colonial.

Estos modelos, que ya se han demostrado insostenibles para una economía como la americana. Agravan el problema en un país emergente como México, con recursos más limitados para abastecer de servicios ciudades tan extensas. Ese modelo impulsado a mediados del siglo XX ha dado lugar a ciudades sumamente extensas con graves problemas de abastecimiento de servicios públicos, movilidad, contaminación y cohesión social entre otros.

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Pero, ¿qué deben hacer las ciudades para revertir esta situación? La solución pasa por apostar por un modelo de ciudad más denso. Un modelo de ciudad jardín no es viable en urbes tan pobladas. Únicamente a través de la compacidad, las ciudades podrán seguir creciendo de una forma sostenible. En segundo lugar, hay que volver a mirar a los centros urbanos, que se han ido despoblando en busca de nuevos espacios de vivienda a las afueras más amplios pero menos prácticos. En algunas ciudades sus habitantes llegan a invertir hasta cuatro horas al día en el trayecto de su residencia al lugar de trabajo. A través de la densidad podemos concentrar mayor oferta de vivienda, comercio y equipos públicos en mucha menos extensión de terreno, reduciendo drásticamente la inversión pública, que puede destinarse a mejorar la infraestructura urbana existente u otros servicios básicos como la sanidad y la educación.

Hablar de mayor densidad pasa también por transformar el modelo de vivienda actual. En ciudades como Monterrey, con una influencia americana evidente, se ha apostado tradicionalmente por la casa patio, de grandes dimensiones y ubicada en barrios únicamente residenciales. Sin embargo, las necesidades de las familias de hace cincuenta años poco tienen que ver con las de ahora. El promedio de hijos por familia ha pasado de 5.1 en 1960 a 2.8 en 2010. Esto, aunado con el aumento del precio de la vivienda, hace que debamos apostar por viviendas de menor dimensión pero mejor ubicadas, más seguras  y con espacios de recreo comunitarios que no encontrarían en una vivienda unifamiliar.

Es importante reconectar estas ciudades que hoy en día están divididas en nodos poblacionales marcados y con usos disgregados. En primera instancia a través de proyectos de usos mixtos que resuelvan diferentes necesidades básicas de los habitantes sin el uso del vehículo propio. Esto ya empieza a ser impulsado por los promotores inmobiliarios privados y es importante que la administración pública lo apoye mediante planes de desarrollo urbano en esa línea. Deben premiar el desarrollo denso en los centros urbanos y el fortalecimiento de la red de transporte público existente.

Las nuevas edificaciones no solamente deben mezclar usos sino que deben hacer ciudad. Deben generar un impacto positivo en el entorno en el que se ubican planteándose qué beneficios urbanos, económicos y sociales aportan al vecindario, no solamente qué retorno de inversión ofrecen a sus inversores.

A su vez, es necesaria una conexión a mayor escala, uniendo de manera eficiente los diferentes nodos, que deben convertirse en polos urbanos autosuficientes que se retroalimenten. Únicamente a través de acciones micro y planeación macro puede transformarse un modelo de ciudad que ha llegado a su agotamiento.

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Un modelo de ciudad más densa y con una mayor cercanía vivienda-trabajo permite generar un sistema de transporte público eficiente y de mayor calidad, así como impulsar el transporte a pie y en bicicleta. Para ello, es necesario replantear el espacio público, hasta ahora destinado al vehículo propio.  La administración debe impulsar a través de una reglamentación inteligente y de largo plazo un nuevo uso del espacio público en el que el peatón y la bicicleta recuperen la prioridad. Una doble estrategia basada en ofrecer opciones alternativas de movilidad sostenible y en paralelo limitar la utilización del vehículo privado.

Las ciudades mexicanas seguirán creciendo a ritmos acelerados durante los próximos años. Tenemos la oportunidad de generar un cambio de tendencia que reduzca la presión sobre los recursos existentes y resuelva a largo plazo los principales retos que afrontan las ciudades latinoamericanas. Para ello, no hay otra estrategia que la compacidad, la mezcla de usos y la conectividad para lograr ciudades más sostenibles a nivel económico, más respetuosas con el medio ambiente y más justas.

Joan Maria Freixes
Director Picharchitects México